Sobre mamás, hadas, habas, pinos, acacias y savia. Cuento de nacimiento anticipado

A continuación os comparto una historia que escribí en marzo de 2014. Es un micro relato que se presentó en el concurso del Banco de Leche del 12 de octubre, espero que lo disfruteís.

Hace algunos años, más de veinte y menos de cincuenta, en el mundo que conocemos, había una mujer que estaba embarazada. Tenía mucha ilusión con este bebé, aunque también tenía miedo. A veces pasa que algunas mamás mezclan la ilusión con el miedo y  hacen una mezcla que se queda pegada al cuerpo y luego no saben como quitarla. Esta mamá no tenía más bebés y no sabía si iba a poder cuidar bien de él. No sabía como iba a cuidar a su bebé, ni como le iba a alimentar, porque ella creía que esto era muy difícil. Donde ella vivía era frecuente que los bebés quedaran al cuidado de mujeres que no eran sus madres, incluso le habían contado muchas historias de sus padres y abuelos que habían sido alimentados por amas de cría, había visto alguna foto de ellas. Pero ella tenía muchas ganas de cuidarle, de quererle, de alimentarle y abrazarle; al llevarle dentro de alguna manera era como si ya le estuviera abrazando. 

Un día esta mamá estaba pensando en todas estas cosas y en muchas otras cosas bonitas cuando de repente sintió como que el bebé quería salir. Se asustó mucho, no era el tiempo de dejar salir al bebé, todavía era muy pequeñito. Había muchas cosas que todavía no había preparado y ella misma no sabía si estaba preparada para la llegada de esta nueva persona a su vida. Así que fue al hospital y ahí se tuvo que quedar durante unos días. Ella seguía con esta extraña sensación de miedolusión, aunque el miedo parecía estar ganando y por más que quería tener ilusión por ver su bebé, en seguida le surgía el miedo por todo lo que eso conllevaba. Y sin darse muy bien cuenta cómo pasaron las cosas de repente se vio en un lugar con un montón de médicos que le decían que todo estaba bien pero tenían cara de miedo, sin nada de ilusión y ella se asustaba. Cuándo más tensa estaba, miró por la ventana y algo le hizo pensar que estaba en un bosque y esta imagen y sensación le tranquilizó. De repente le enseñaron a un pequeño bebé, era una niña pequeñita, pequeñita, y ella decidió llamarla Habita era un nombre que para ella era muy especial y con esto se quedó algo más tranquila, al verla como se movía de enérgica el miedo se desvaneció y al darle el nombre sintió una gran fuerza que las unía y que conectaba a la pequeña con el lugar donde las almas tienen nombre. Esta alma ya no podía irse fácilmente, estaba atada a un nombre y a la mirada de su mamá.

Ahora ya era mamá, estaba en una habitación donde se encontraba muy rara, triste y sola. Esa mezcla de miedo-ilusión había crecido mucho y ahora le impedía pensar adecuadamente. No sabía muy bien qué había pasado. Sabía que ahora era mamá, pero había algo raro en ella. ¿Como iba a poder empezar a ser mamá, si no podía tener cerca a su bebé?. Empezó a llorar y llorar y llorar, hasta que alguien apareció a ver qué le pasaba. No veía muy bien a esta persona porque las lágrimas le habían nublado la vista y de hecho no sabía si esta persona era real o era imaginaria. Era una mujer que emanaba mucha luz y  que le preguntó ¿como le podía ayudar?. Ella le contó que no sabía donde estaba su pequeña y si estaba bien, y que tenía mucho miedo de que le pasara algo. Que tenía muchas ganas de cuidarla pero no sabía como hacerlo.

Esta mujer de Luz, este Hada, le contó a la mamá una historia: “Tu bebé ha oído tu voz y el nombre que le has dado y por eso esta muy bien,  ella piensa que es un haba pequeña y esta muy tranquila, sabe que las habas nacen pequeñas, así que esta poniendo toda su energía en crecer y crecer. Esta buscando la energía de la tierra y dando poder a sus raíces, por eso tiene algunos filamentos largos que le conectan con la fuerza de la vida, con el oxígeno, con el agua… tiene el sol que le calienta y le da toda su fuerza. Para que el  viento exterior no le traiga ningún peligro esta metida en una cápsula hecha de hilos de seda que permiten que del exterior solo pase lo que le beneficia y nada de lo que le puede dañar.  A su alrededor hay muchos árboles y plantas mayores que conocen bien los procesos de estas habitas, han visto muchas así y ellos le protegen para que siga su desarrollo. Hay unos pinos que son expertos es usar su hojas para crear un lecho cómodo para ella. Hay robles que miden el calor que tiene que pasar. Hay acacias que son expertas en transmitir calor y confort. Y luego tenemos a las habas mayores que hacen algo muy muy especial; ellas han ido guardando la sabia ya elaborada de sus vasos y la almacenan para dársela a habitas como esta que llegan a allí, así que tiene toda la comida que va necesitando. Tu hijita no puede estar ahora mismo en ningún lugar mejor. Lo único que le falta y eso lo tienes que hacer tú es que necesita tu mirada y a ratos tu contacto.”

Al oír esto la mamá se quedó más tranquila, sintió una gran paz en su corazón y tuvo ganas de ir a ver que había pasado y cómo estaba su bebé, tenía la necesidad de tocarla.

Cuando fue a ver a su bebé vio que estaba en una incubadora y estaba bien. Cuando vio como funcionaba todo allí le vinieron de manera muy nítida las imágenes e incluso los olores del verde, de la naturaleza y pudo ver claramente en su imaginación un habita creciendo y rodeada y protegida por el sol, los pinos, las acacias, los robles y la habas mayores. Podía identificar claramente todo lo que el Hada le había trasmitido, era todo tal cual, solo le faltaba hacer su parte, así que con mucho cuidado se acercó a ese lugar especial y reuniendo toda la sabiduría que tantas mujeres antes que ella le habían trasmitido, empezó a mirar a su hija con una mirada de amor, respeto, fe en su camino, hasta que estuvo preparada para hacer contacto con ella y cogerla amorosamente. Decidió que esa historia siempre les acompañaría.

Ahora ya no tenía miedo, parecía que el hada de Luz se lo había llevado, solo le quedaba ilusión por todo lo que tenía por hacer, hasta que definitivamente pudieran estar juntas todo el rato.

Pasó el tiempo y esta niña creció fuerte y sana y también se convirtió en mamá. Siempre se acordaba de una historia que le había contado su madre de un bosque, de las habas, de los pinos… aunque le tenía mucho cariño al cuento no entendía de donde había salido, ni por qué le pedía tantas veces a su madre que se lo contara.

Antes de salir del hospital con su bebé paso por neonatos para saludar a una amiga que trabajaba allí y mientras estaba en ese lugar, algo en ella la hizo fijarse en el color verde de los uniformes, el olor del lugar y desde lo más profundo de su ser empezó a conectar y ver a los bebes como pequeñas plantitas que gracias a los tubitos que salían de sus cuerpos podían unirse a la vida, a la alimentación, eran las raíces. Pudo imaginar a los médicos con sus agujas como grandes pinos que llegaban a lo más profundo de estas personitas. Pudo ver a las maravillosas enfermeras como acacias cariñosas que cuidaban a los pequeñitos y de fondo vio a unas mamás que llegaban charlando con unas bolsitas que parecían brillar por el maravilloso regalo que llevaban dentro, eran la habas mayores que llevaban su savia para repartirla con las pequeñas habitas. No pudo evitar emocionarse, porque algo en su interior reconoció esa savia que generosamente alguien había compartido una vez con ella y pudo sentir una gran conexión con aquellas mujeres que le regalaron su nectar blanco y esta le había hecho crecer y vivir. Sintió una gran emoción y agradecimiento hacia todos aquellos a los que les debía la vida y desde ese momento, con su bebé en brazos, esta habita, que ya había crecido, miró a su bebé y le dijo: “¿Sabes pequeño, vamos a compartir la savia de mamá con otros bebés?” y desde ese día se hizo donante del banco de leche materna o como ella decía “Voy a llevar la savia que me prestaron de vuelta porque parece que se ha reproducido y así muchas pequeñas habitas pueden vivir, crecer y ser felices”.




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