Carta de despedida 2013 - I

Parte 1

Madrid Jueves 13 de junio, 2013
Queridos amigos, queridos compañeros, queridos todos:


Os leo estas líneas porque quería despedirme de vosotros de alguna manera. Y si de algo creo que he aprendido en el hospital es de las despedidas. Normalmente, cuando alguien se va del Servicio, es raro que se despida, siempre me había parecido curioso, ahora lo entiendo más. Para mí es difícil despedirme de un lugar que ha significado tanto en mi vida, un lugar al que tantos llamamos casa, somos "de la casa", para lo bueno y para lo menos bueno, y esto de despedirse va por ahí. Es difícil pensar que dejas un sitio donde has vivido tantas cosas y si no te despides parece que siempre puedes volver, claro, si hay personas que ni saben que te has ido...

 Tengo recuerdos del hospital desde que tengo uso de razón, bueno y antes, nada más nacer pasé un periodo largo en la incubadora, las estadísticas decían que no sobreviviría, pesaba menos de un kilo, había nacido antes de tiempo. Ya ahí me acostumbre a estar cerca de la puerta al otro lado. Así que el hospital fue mí primera casa. De lo que si me acuerdo es de muchos domingos acompañar a mi padre al hospital y mientras él veía los pacientes ingresados nosotras (mi hermana y yo) nos quedábamos en el despacho dibujando o revisando los cajones a ver si encontrábamos alguna cosa divertida. De entonces recuerdo que me extrañaba el olor al entrar y no me gustaba la sensación, me parecía que el sitio era frio, las mesas viejas de metal, la luz fría, los pasillos vacíos, me daban algo de miedo, solo alguna vez veíamos a alguna enfermera que nos trataba con cariño.

Nunca pensé que trabajaría allí. De esa época también me acuerdo de papá contándonos casos, historias de pacientes que sufrían (y él con ellos), supongo que ya entonces empecé a interesarme por esas historias...

Cuando cumplí 18 empecé a trabajar ayudando en la consulta de mi padre y empecé a tratar con pacientes, aunque mi función se limitaba a organizar, ser amable con ellos y hacerles el tiempo lo más agradable posible y eso es lo que he seguido haciendo desde entonces.

 Mientras estaba allí trabajando estudié mi carrera de psicología, la disfruté mucho, aunque en el primer año, la vida me presentó otra gran experiencia de aprendizaje y de dolor. Me enfrenté a la pérdida brusca, repentina e inesperada de mi madre. De ahí en adelante traté de "aprender de la pérdida" de buscar la manera de estar mejor, de hacer que la vida siguiera adelante con algún sentido, de que mi familia siguiera siendo eso, una familia. Todo lo aprendido entonces combinado con lo estudiado en la carrera lo he podido trasladar a las muchas familias con las que he trabajado durante todo este tiempo.

 Al terminar la carrera en el año 1995, empecé a ir al hospital a ver el trabajo que llevaban tiempo haciendo algunos psicólogos. Entonces estaba Paco Gil, marido de Pilar Lianes (oncóloga). Me acuerdo de esa época, mis sensaciones al ver los pacientes; sentía extrañeza (por las situaciones tan anómalas), pena (por lo que vivían), dolor (por las sensaciones físicas), angustia (por no poder controlar mis lágrimas), impotencia (por no poder cambiar nada), rabia (por todo), asco (por la degradación física)... Y a la vez sentía muchas ganas de poder hacer algo para poder estar ahí y ayudar, acompañar, consolar, explicar, aliviar, apoyar, cambiar algunas cosas que les pasaban a tantas personas y tantas familias. 

 Para tratar de luchar contra el sentimiento de impotencia he estudiado y  estudiado, he hecho infinidad de cursos y asistido a muchos seminarios. Me hice especialista en Terapia Familiar, lo que me ayudó a entender los sistemas y las relaciones, luego aprendí del lenguaje del cuerpo y de cómo leerlo  y utilizarlo (con el psicodrama) y desde ahí pude colocar la enfermedad en otro sitio, pero esto creo que lo sigo aprendiendo, porque todavía estoy en ello, luego me hice con herramientas para que la mente pudiera controlar algunos aspectos del cuerpo y con la hipnosis pude estar mejor y ayudar a que muchos pacientes transformaran sus sensaciones y sus vivencias del tiempo, luego aprendí del duelo y del saber acompañar. También aprendí a cuantificar, medir y contar lo que iba pasando y así pudimos publicar y enseñar y tratar de hacer llegar nuestra experiencia a los alumnos, a las enfermeras, a los médicos. Y por supuesto he analizado en varias terapias que me apoyaban todo esto que he ido atravesando.

He aprendido de la importancia de que el profesional este bien, de cuidarlo, de lo mal cuidado que esta y de la poca conciencia que tiene este de requerir cuidado. He visto tanto profesional herido y tan mal herido. Estas profesiones de ayuda son de alto riesgo y como tal deberían tratarse, pero ese también es otro tema….

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